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Sacerdote francés, político, de vasta cultura, tuvo gran prestigio social y cortesano, participando en las cuestiones de Estado, como en los consejos a Luis XIII en su disensión con su madre Catalina de Médicis o en los tratados con España de 1628.
Nombrado presidente el Consejo de Estado en 1628, se enfrentó con Richelieu y hubo de abandonar la Corte. Se retiró al Instituto religioso que él mismo había fundado en 1611: el Oratorio.
Sus escritos espirituales sobre el Verbo encarnado, sobre la Iglesia, sobre el sacerdocio, sobre todo su obra "Grandeza de Jesús", tuvieron gran influencia en la vida espiritual de Francia a lo largo del XVII. Los oratorianos siguieron sus consignas de resaltar la acción de Dios y la humildad del hombre.
Al designarle Cardenal Urbano VIII, le definió como "un apóstol del Verbo Encarnado". Y su intensa sensibilidad espiritual y su deseo apostólico le movieron a inspirar a sus seguidores la serie de centros educativos paralelos a los jesuitas que se extendieron por Francia. En ellos orientó la enseñanza hacia el cultivo de las ciencias, haciéndolas compatibles con los postulados de la fe.
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